tag:blogger.com,1999:blog-54289959571524955992023-11-15T06:45:58.962-08:00Escrito en la paredSergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.comBlogger27125tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-74024268906735041202012-04-23T13:25:00.002-07:002012-04-23T13:30:02.627-07:00en el desiertotrescientas ilusiones de compañía.<br />trescientas razones para no seguir con nada.<br />al final simplemente es como ser un cactus en un desierto. nadie está a tu lado , hace demasiado calor, no hay agua, se sufre. solo de tanto en vez, alguna comadreja se acerca a la sombra para rasgarte el tronco y humedecer su boca con mi sangre. para ella tengo espinas. <br />tengo trescientas espinasSergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-22061942257488784392012-03-25T05:21:00.003-07:002012-03-25T05:22:19.387-07:00FILANBLUESSergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-68043907365855766972012-03-25T05:21:00.001-07:002012-03-25T05:22:19.389-07:00La voz irreconocible me preguntó: <br />¿Cuál es la habitación que más te gusta? <br /> Sin duda, la preferida, <br />el lugar donde vestirme en cualquier pellejo, <br />aislarme, <br />navegar por siete mares y alguno por descubrir:<br />La biblioteca.<br /><br />La voz habló de nuevo:<br />Vacía sus estanterías, tus pertenencias, en el patio.<br /> Las vacié.<br /><br />Volvió a comunicarse:<br />Enciende la majestuosa pira y contempla.<br /> Ardía mi vida en aquella hoguera <br /><br />La voz irreconocible ordenó:<br />Desnúdate por completo y arrójalo todo al fuego<br /> Arrojé mis prendas.<br /><br /><br />Quedaban rescoldos.<br />Empezaba a tiritar <br />de miedo.<br /><br />Una vez más ordenó:<br />Coge una vela, una sola cerilla y vuelve a tu habitación-mundo<br /> Regresé.<br /><br />Enciende la vela, sugirió con voz incitante<br /> Obedecí.<br /><br />Ahora siéntate frente a ella<br /><br />Transcurrió tiempo.<br />Media vela.<br /> <br /><br /><br /><br />El susurro se dirigió de nuevo a mí:<br />Dime, lector: <br />¿Qué más necesitas?<br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-59728198894246578042012-03-25T05:20:00.003-07:002012-03-25T05:22:19.390-07:00Cargué de nuevo mi herida a la espalda<br />Pesaba más que nunca.<br />Lento<br />firme<br />convencido,<br />caminé lejos.<br />Hasta perderme del acero y el hormigón.<br /><br />Busqué el origen<br />de todo esto.<br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-22901377798613382012012-03-25T05:20:00.002-07:002012-03-25T05:22:19.392-07:00UtopíaSergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-87511050287458978842012-03-25T05:19:00.004-07:002012-03-25T05:22:19.392-07:00El mundo es como es, dijeron hombres <br />de mente turbia, estadista.<br />Olvidaron <br />la variable<br />la excepción.<br />Olvidaron que todo patrón tiene grietas.<br />Siempre hay un punto en la línea recta que te hace tropezar. <br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-45178138257037555742012-03-25T05:19:00.003-07:002012-03-25T05:22:19.394-07:00¿Imposible?<br />Es cuestión de tiempo.<br />La utopía no es más que una barcaza<br />surcando el espacio y nuestro tiempo<br />el tuyo y el mío<br />a ritmos étnicos, a veces.<br />a ritmo de blues, otras<br />a la deriva, las más.<br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-12800293946211572082012-03-25T05:19:00.001-07:002012-03-25T05:22:19.396-07:00Cuando hablen los estadistas<br />Ofreceles de mi parte <br />Aquello que siempre quedará:<br /><br />La variable<br />Lo salvaje<br />La esencia<br />La vida<br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-20415812057968293862012-03-25T05:18:00.003-07:002012-03-25T05:22:19.397-07:00Utopía<br />En realidad no existes más que en un dibujo.<br />En el preciso instante de perfilarte, desapareces.<br /><br />¿Tan esquiva eres?<br />¿Tan esquiva te crees que eres?<br /><br />Te encontraré <br />destilaré tu esencia <br />mis vástagos beberán de ella<br />y creerán en ti<br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-68575583918105579072012-03-25T05:18:00.001-07:002012-03-25T05:22:19.399-07:00Nada HadaNada:<br />Refulgir emergente. <br />Labios sellados.<br />Diluidas formas de ayer que no consienten.<br />Cuevas de un vaso lleno de espuma.<br />Ronco retrato <br />apagada voz <br />iluso beso.<br /><br />Nada: Cambia de forma, si te atreves.<br />Y Nada se atrevió al fin a cambiar. Vagó durante algún tiempo por el aire sin saber qué hacer exactamente. Se sabía repudiada por el clásico verso hasta que, cansada de mecerse de labio en labio, de pluma en pluma, cayó en un abandonado y maltrecho nido. Buscó en su interior el mejor lugar donde acurrucarse y por fin, decidida y convencida, durmió con la seguridad de que al despertar todo sería diferente. Cambiaría su historia.<br />Cambiaría tan solo una letra de su nombre, su apreciada N, por una vacía y común H muda.<br /><br /><br /><br /><br /><br />Hada<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Cuentan que una noche, entre las ramas de un viejo roble, al abrigo de las miradas maléficas de las lechuzas, nació un hada de resplandeciente piel.<br />En el interior de los restos de un nido, fecundado por el espíritu de la nada, el hada fue gestando su ciclo que duraría no más de cuatro noches. A mitad de la tercera, un capullo translúcido, entreverado de filamentos áureos y telinas del mismo verde que las hojas del árbol al que pertenecía su cuna, comenzó a palpitar levemente. Una luz resplandeció con poderosa fuerza durante unos segundos y el envoltorio, la cápsula que protegía el cuerpecillo del hada, se desintegró.<br />De haber advertido alguna lechuza su presencia, sin duda hubiera dado buena cuenta de aquel nutritivo manjar. ¿Qué hay más apetitoso que la jalea que alimenta a una futura musa? Hada hubiera vuelto a ser lo que fue en su estado anterior, nada.<br />Pero Hada tuvo suerte y llegó a despertar.<br />Tras el resplandor fugaz que anunciara su nacimiento, la humedad que cubría su cuerpo se evaporó con rapidez. Las alas transparentes se estiraron como en un acto de desperezo y levitó a unos centímetros del nido para oxigenarse. <br /><br />Pese a toda creencia, las hadas no se visten con prendas al estilo humano, ni adaptan las hojas de los árboles, o cosas por el estilo. No sienten pudor. Un cuerpo con alas sin más adorno que la propia belleza. <br />Desplegada toda su fortaleza, ascendió hasta la copa del roble para observar desde allí cual era su lugar en el mundo.<br />Escudriñó el horizonte nocturno, sintió la urgencia por lo mucho que había de hacer.<br />En primer lugar debía encontrar antes del alba a algún poeta perdido en el fondo de un mar blanco y olas de tinta. Encontrar a un ser fatigado y abatido, para rescatarlo del abandono. Debería concederle el don de soñar. Si lograba esta hazaña tendría un anfitrión de quien sustentarse y sobreviviría. Después todo sería mucho más fácil.<br /><br />Elevó su cuerpecito sobre el viejo roble, trató de orientarse y finalmente decidió volar hacia la estela anaranjada que refulgía a lo lejos. Aquello parecía humano. <br />Allí encontraría a su poeta.<br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-15531492365838075012012-03-25T05:17:00.003-07:002012-03-25T05:22:19.401-07:00Atrapar la esencia de otro <br />para esta caja de hueso y aire.<br />Acariciar con la punta del zapato, la sombra que me precede <br />en la avenida <br />ciega <br />contra el sol.<br />Y creer que la bebes.<br />Que la robas.<br />Que dejas a yo atrás, y empiezas con tú <br />otro camino.<br />¿Serían los temores de la misma intensidad?<br />¿Alcanzaría sueños? <br /><br />Sueños, <br />acuarelas con demasiada agua. <br />Mojar papel.<br />Eso es soñar.<br />Eso es querer otra vida, <br />otra sombra.<br />Eso es querer la silueta que me precede<br />en la avenida<br />ciega<br />contra el sol.<br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-47402321499362978972012-03-25T05:17:00.001-07:002012-03-25T05:22:19.403-07:00Qué lejos está todo en este tiempo de delirio instantáneo. <br />Hoy <br />ahora. <br />Y no recuerdo una sola vida que fuera tan simple como la mía. <br />Vagar de un lado a otro sin conocimiento ni causa. <br />Descontrol y forasteo. <br />Siempre ajeno. <br />Desarraigado y flemático, <br />pueril y cascarrabias, <br />acaso no sea el mismo adjetivo, <br />mi misma mentira.<br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-78467434887129826272012-03-25T05:16:00.002-07:002012-03-25T05:22:19.404-07:00Niebla-SueñoSergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-23787897938477776052012-03-25T05:16:00.001-07:002012-03-25T05:22:19.406-07:00Viaje por los sueños o un tributo a Michael Ende.El hombre, tendido sobre la litera del camarote, dio una remolona vuelta entre las sábanas mientras Diana empezaba a sentir cómo se diluían sus miembros en la brumosa atmósfera del muelle.<br /><br />Una mujer entró en el camarote. Se desnudó y desperezó. Se inclinó para imprimir un beso en la boca entreabierta de su amante que se resistía a despertar. La mujer renunció a tener un encuentro amoroso y, al calor de las sábanas húmedas, se durmió.<br /><br />Diana era ya apenas una silueta transparente cuando un lobo, guiñándole un ojo, se acercó a ella y susurró. – “Es el momento, monta sobre mi lomo y saltaremos antes de que duerma profundamente. ¡ Fíjate! El sueño de la mujer se está formando, es ahora o nunca”. Lo hicieron. Saltaron atravesando la espesa cortina de vaho sudoroso para caer sobre un terreno mullido, de intenso y verde musgo.<br />Se miró las manos. Volvían a tener la apariencia normal de piel rosada y tersa en la que podían apreciarse las líneas marcadas de sus venas. Sentía un frescor agradable que reconfortaba aquellos últimos instantes de angustia a desaparecer en el sueño de su anterior anfitrión. Se sentía más liviana, aunque no le preocupaba en absoluto. Hacía apenas dos horas que había dejado atrás un estado de carne y hueso, de años de amarga soledad, de calles vacías y camas emplumadas de vino rancio. En este nuevo estado sin recuerdos ni nostalgia, aceptaba la oportunidad que se le brindaba. <br />¿Diana?, ¿Quién era Diana? ¿Acaso era ella? No importaba. Diana no significaba nada. Ahora podía ser Carmen o Manuel, incluso podría tener una existencia no humana. ¿Podría? ¿Por qué no? Un ser mitológico, una planta maravillosa, un monstruo, o puede que una acuarela. Sí, eso si que le gustaría. Convertirse en acuarela diluyendo en agua de colores todas las formas que quisiera y nacerlas cada noche. Las posibilidades eran infinitas aunque la duda de cómo perpetuar aquella existencia y no esfumarse como casi había ocurrido mientras ocupaba el sueño del hombre del barco la atemorizaba. ¿El hombre? Casi no lo recordaba y buscó desesperada al lobo que la había guiado hasta allí.<br /><br />Delante de ella se alzó un bosque de troncos de plata y hojas de papel de seda. Un camino de negra turba se habría paso entre ellos y pudo escuchar con claridad la voz del lobo que la instaba a seguir aquella senda.<br /><br />Se sorprendió al comprobar que con cada paso, una nota de percusión brotaba bajo sus pies. Cuanto más rápido caminaba, mayor fuerza y sentido cobraba aquel ritmo. Alzó una mano con una cadencia sensual y vio que desprendía una estela púrpura al tiempo que rasgaba notas de cimbalina. Alzó la otra y una estela azul sacaba sonidos a un antiguo laúd. Era maravilloso. Jamás en su vida mortal había aprendido a tocar un instrumento, ni siquiera la flauta del colegio, y ahora, a medida que avanzaba por el bosque de plata y hojas de papel de seda, saltando, corriendo, moviendo los brazos y haciendo piruetas, creaba escalas y arpegios que ascendían como el vuelo de las aves y descendían con la furia de las cascadas. Creaba música con el movimiento de su cuerpo. Era música pura. Emprendió una carrera componiendo un fastuoso redoble de darbucas Se detuvo. El bosque entero desapareció dejando una lisa pradera repleta de lobos: Unos, grises como el de aquel lejano muelle donde empezara su aventura; pardos como canela recién molida, otros; zainos los menos y un único lobo blanco, al fondo, sobre una gigantesca laja de pizarra azul.<br /><br />La inquietud se apoderó de ella pero se mantuvo serena. Dio un primer paso sin producir sonido alguno. Con el segundo, los lobos más cercanos postraron las patas delanteras en señal de respeto. Confiada por esta reacción dio un tercer paso ante el cual se liberó un pasillo que conducía al níveo ejemplar. Caminó erguida y muy segura de sí misma, mientras los lobos desaparecían tras ella fundiéndose en un mar de espuma que ronroneaba complaciente. Se detuvo a pocos metros del ejemplar. Él se dio la vuelta enseñando un rostro híbrido: las fauces, como un tatuaje en relieve que naciera del húmedo hocico, enmarcaban los ojos amarillos; los labios sensuales; de la barbilla discurría una fina barba blanca, algodonosa, que se extendía por la garganta, los hombros y la parte exterior de los brazos.<br /><br />Se levantó con deliberada lentitud descubriendo el torso desnudo, humano y bien formado. Extendió los brazos hacia delante, con las palmas hacia arriba, en señal de bienvenida. La quietud era absoluta, tan solo el rumor de la espuma sin rocas donde romper su hechizo.<br /><br />Fue entonces cuando ella sufrió su propia transformación. De su cuerpo emergían nubes anaranjadas que se materializaban sobre la espuma como barcas; gigantescas hojas de roble salpicando de colores el paisaje. Sobre ellas todos los personajes que habían poblado sus sueños desde niña: el arlequín de cuadros rojos, verdes y amarillos, con cascabeles de oro en los extremos del gorro azul; la princesa-cisne de los cuentos de su madre; el temido ogro que devoraba niños vivos; el amante desconocido de sus sueños eróticos; ella misma flotando sobre la ciudad oscurecida... Estaban todos allí, mirando desde las frágiles embarcaciones. <br />Supo entonces que jamás desaparecería. Había superado las pruebas para acceder al reino, había confiado en los lobos, disfrutado y maravillado de los paisajes, y, sobre todo, no había sucumbido al temor ni a la nostalgia de su vida terrenal. Ahora, en ese estado de etérea vaporosidad podía fundirse cada día en un ser diferente. O en el mismo si lo prefería. Tenía por delante la eternidad para aprender a dibujarse en acuarelas multicolores.<br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-10322123307117832952012-03-25T05:15:00.001-07:002012-03-25T05:22:19.408-07:00Hambre de niebla.Necesitaba aquella noche. Salir a pasear. Dejarme guiar por las sombras y deleitarme con las ondas que forman los charcos al pisarlos. <br />La niebla se espesa dejando atrás la tarde lluviosa. Una tarde de olvido para caer en la melancolía, supongo. Como cualquier tarde de otoño. Es lo que tiene esta época del año, ya lo sabemos. No busco sentirme desgraciado, o simplemente especial. Sin embargo, la atracción de la niebla es, para mí, superior a cualquier tópico estacional y manido. <br /><br />Lo que más me gusta es el proceso de formación. El paulatino desdibujo de la ciudad. La única verdad que siento entonces es el charco que piso y forma ondas concéntricas. Medio metro más adelante el mundo está por descubrir. Tal vez una hermosa muchacha de exigua falda, tacones altos y una mirada mitad candidez infantil mitad descaro de quién sabe lo que quiere de ti. Puede que un agrio encorvado de aliento ofensivo. Quizá una puñalada drogadicta. El peligro que siempre entraña explorar se hace próximo, más cercano, en las noches de niebla.<br /><br />De niño soñaba con piratas, aventureros perdidos en el corazón de una selva, guerreros a caballo y damas aladas que formulaban encantamientos contra las ordas enemigas. Hazañas cultivadas en el fondo de mi almohada. <br />Crecí y supe que aquello nunca estaría a mi alcance. Todo el imaginario que había nutrido durante tantos años mi alma infantil, todas las imágenes de mí mismo salvando al mundo con las que me había alimentado, se derretían en la lumbre de una caldera de gas ciudad. <br />Leí páginas nuevas. Recientes autores que apelan de nuevo al sabor de la aventura. No es lo mismo. Qué va. Las nuevas empresas me parecen aburridas, con todos esos datos técnicos o históricos que distancian la atención de lo que realmente importa. <br />Ahora sé algunas cosas, no demasiadas, pero las suficientes como para que mi mente no se deje engañar. Cuestiones físicas y matemáticas que aseveran que un hombre no puede volar por sí mismo. La química suficiente como para afirmar que ningún bebedizo puede hacerte invisible. La historia necesaria para saber, a ciencia cierta, que los caballeros más valerosos son leyendas y, claro, las leyendas no son reales. <br />Pero eso es exactamente lo que necesito, revelarme contra esas normas de adulto. No quiero seudoensayos envueltos en el celofán de una frágil intriga. <br />Siento mi cuerpo crecer hueco, sin sustancia. Experimento con las nuevas lecturas una pavorosa bulimia. Devoro las páginas con ansiedad que poco después se transfigura en decepción hasta hacerme regurgitar todas y cada una de las palabras. Mi cuerpo se hincha con la edad. Con calorías de más. Mi alma, por el contrario, se apaga como velas sustentadas en parafina, artificial y moderna, versátil y barata; productiva. Estoy harto del lado oscuro de la condición humana, de los deseos colectivos de triunfo sobre cualquier cosa, del sexo cuasireligioso, del amor desventurado y de los justificantes políticos de toda condición. Siento nauseas en las carnicerías donde puedo comprar cuarto y mitad de novela de ficción documentada y te regalo un ramillete de falsa poesía. <br />Y llegado a este punto, está claro que no hay salida. Tengo que autoalimentarme. Crearme a mi mismo, a diario, como un enfermo de muerte que precise de un suero para no desfallecer. Tengo que inventar algo. Historias que pueda creer con los anhelos del niño que fui. Cuentos para engañar a mi mente adulta y aleccionada. No necesito compartirlas, pero aparece la duda. ¿Habrá más personas en una situación parecida? Descubro que sí. Cada día, cada noche, legiones enteras de hombres y mujeres hambrientas de imaginación. Regimientos de creadores que no buscan sino rellenarse mutuamente el alma vacía. Participo de cuando en cuando en alguna pitanza con la sana intención de hacer acopio en la despensa, aunque el sustento primordial nace de la soledad, de la confusión y la paradoja, de qué coño quiero hablar y cómo empiezo. Y el momento propicio para lograr este objetivo es, precisamente, en esta época del año.<br /><br />El otoño, como dije antes, suele martirizarnos con la decadencia, la melancolía y todas esas vainas tan propicias a los versos, pero tiene algo realmente hermoso. La niebla. <br />Esa niebla que te impide ver más allá de las ondas que forman tus pies en los charcos. El vértigo y la fascinación de la nada que nutre el alma de los soñadores como yo, que nunca quise ser gran cosa y sin embargo inventé un mundo para no tener que dar explicaciones y volar, si quiero, para salvar al mundo de su inminente destrucción. <br /><br />Lentamente, después de diez minutos de espera en mitad de esa nada, cuando estoy completamente seguro de estar sólo, comienza el verdadero banquete. Cierro los ojos y aspiro la humedad. Recogo con las manos pequeños fragmentos de condensación, los llevo a la boca y mastico con deleite. Con cada ración, siento alojarse en mi alacena una colección de fantasmas y héroes a los que haré bailar más adelante. Sobre el fondo blanco de mi ordenador. En paraísos. En Infiernos. Y también en extrañas tierras de compleja determinación. <br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-24748025680195969852012-03-25T05:14:00.002-07:002012-03-25T05:22:19.410-07:00Hacia el infinitoOcurrió a finales del mes de octubre. El año, climatológicamente hablando, había sido atípico. El sol lucía demoledor cada día y ya los más viejos del lugar vaticinaban el fin de los tiempos tal y como los habíamos conocido hasta entonces. Según ellos, ya no habría otoños, ni primaveras. Pasaríamos a vivir una época biestacional y extrema. En realidad no sería para tanto, al menos de momento.<br /><br />Cada tarde, desde hacía varios años, no sé, quizás cinco o seis años, nos veíamos bajo las ramas de un gigantesco roble que aguantaba al final de un camino ya casi desaparecido, aunque relativamente cercano al lindero del pueblo. Desde allí se observaba el brillo mate de las vías de tren, que perfilaban la sinuosa ondulación de la montaña. <br /><br />Teníamos trato desde la infancia pero nuestros caminos nunca habían ido juntos. <br />Yo estudié hasta que me cansé de hacerlo y después probé trabajando en multitud de oficios. Bueno, oficios es un apelativo demasiado generoso para lo que hacía en realidad. Nunca llegué a ostentar cargo alguno más allá de la categoría de mozo de almacén o peón de obra. Ganaba lo suficiente para llenar la cazuela y el brasero, salir de vez en cuando de cañas y comprar algunos libros. <br />De ella nunca supe lo que hizo. Sé que fue también a probar suerte por ahí. Los sabelotodos murmuraban cosas cada verano en los corrillos de la plaza y en las tertulias del bar, durante aquellas interminables y aburridas tardes sin nada mejor que hacer que espantar moscas.<br /><br />Más tarde yo regresé, cansado de tanto asfalto. Me alojé en un cuchitril de alquiler que me costó más de una discusión con mi madre que no entendía que después de tantos años yo me había acostumbrado a la soledad y me estorbaba la continua presencia de otra persona. Ella más que nadie. Yo tenía mis manías, mi madre las suyas y no eran compatibles. Encontré trabajo en el aserradero cortando madera de ocho a tres y podía permitirme una vespertina vida contemplativa.<br />Durante los primeros meses después de mi regreso, tomé la costumbre de ir a leer un rato al antiguo Roble del camino. Me producía un verdadero placer la soledad nostálgica de aquellas vías muertas, que parecían languidecer sobre una alfombra musgosa hasta ser engullidas por las fauces rocosas de la cordillera. <br />Alguna vez aparecía algún rapaz para fumar un pitillo a escondidas, charlábamos un rato de cualquier tontería que hubiera ocurrido en la comarca y después se iban con los pies algo redondos del mareo.<br /><br />Una tarde apareció Ella. Como un susurro cálido sobre la piel erizada de la nuca. Vestía unos tejanos gastados y una sudadera oscura, se sentó a mi lado y no pronunció palabra. No parecía haber pasado el tiempo por ella. Ya me había acostumbrado a su presencia fantasmal cuando de pronto saludó, como cuando éramos críos. Como si, efectivamente, no hubiesen pasado los años. Como si acabara de llegar en ese preciso instante. Hola Pato, me dijo. ¿Vas a estar mucho rato aquí? <br />No tengo nada que hacer, así que creo que sí.- respondí. Estoy bien aquí.<br />Al cabo me atreví: ¿Cómo te va, Paula? ¿Dónde has estado todo este tiempo?<br />Su mirada fue locuaz. No había odio ni rencor, ni miedo. Era una mirada que simplemente quería decir: a nadie le importa lo pasado, ahora estoy aquí, sentada frente a una vía muerta, contemplando el paisaje, junto a ti. Capté la mirada y nunca más volví a preguntarle por su vida. Y Paula nunca hizo amago de querer o necesitar desahogarse en ese sentido.<br />Algunas tardes también aparecía con un libro, se sentaba a mi lado y leía durante un par de horas. Otras veces llegaba con las manos en los bolsillos, me miraba fijamente durante unos minutos hasta que lograba hacer que levantara la vista de mi libro. Entonces empezaba a hablar atropelladamente sobre filosofía, o cine, o sobre otras cosas que yo no entendía del todo. En muchas ocasiones al aparecer, se remangaba ligeramente la falda, se sentaba sobre un gran nudo rugoso que sobresalía del suelo y perdía la mirada hacia el final de las vías. <br />Nunca saludaba ni se despedía. Simplemente aparecía y desaparecía como un espectro errante que quisiera redimir sus pecados turbando la atmósfera a su alrededor.<br /><br />Aquella tarde, la de finales de octubre, yo estaba como siempre, sentado con la espalda apoyada en el tronco, leyendo las últimas páginas de una novela. El título ya no lo recuerdo, tampoco el argumento. Estaba allí, abstraído de tal modo que no me percaté de la formación de una bruma suave y esponjosa, húmeda pero no demasiado fría. Ahora que ha pasado el tiempo pienso en cómo fue posible no darme cuenta de que una niebla cálida estaba rodeándome. Rodeándola, para ser más exactos.<br />Apareció como solía hacerlo, sin ruido, sin saludar. Con la naturalidad de quién se siente en casa. Se sentó muy cerca de mí. Podía sentir su aliento sobre mi cuello, la piel de sus labios apenas a unos milímetros de mi piel. Sentía claramente el pulso de su corazón rebotar en mis oídos, acelerado y rítmico. Pasó su mano por encima de las páginas del libro, lo sujetó un instante por el dorso del lomo, lo cogió de mis manos y lo dejó a mis pies. Entonces su blanquísima mano comenzó a acercarse con una lentitud espectral a mi cara. La dejó un instante acariciándome apenas con el dorso. Movió el dedo índice dibujando el perfil de mi barbilla, marcando el contorno de mis labios, regresando de nuevo a la mejilla. Con suavidad volteó mi rostro hasta que sus ojos y los míos se encontraron.<br />Me ardía el pecho. Todo aquello que llevaba reprimiendo desde los catorce años estaba a punto de estallar aquella tarde. Quería avalanzarme sobre ella y besarla, acariciarla, amarla, pero algo me seguía manteniendo en el filo. Algo, como un campo magnético que me atraía irremediablemente hacia sus labios y en el último centímetro me repelía, impedía que yo tomase la iniciativa. Supongo que era miedo. Pánico a que el mito se esfumase tras un beso. Tantos años anhelando aquel encuentro y ahora, ante la evidente situación, el miedo aparecía y detenía mis impulsos. <br />Sus ojos brillaron con una intensidad extraordinaria. Fabulosa. Estuvo mucho tiempo sosteniéndome la mirada. Sé lo que quieres, Pato, dijo. Yo también lo quiero desde el mismo día en que nos bañamos en la laguna y me sacaste casi ahogada por culpa de aquellos juncos. Siempre he deseado estar con tigo pero nos distanciamos, yo elegí un camino, tú otro distinto. Ahora debo irme de nuevo. He vuelto a ser llamada a cumplir con mi destino y debo partir sola. Pero estoy convencida de que volveremos a vernos, pronto. Lo siento así y raras veces me equivoco.<br />Unas lágrimas se formaron en el borde de los párpados, de los suyos y de los míos. Apoyó su mejilla junto a la mía durante unos segundos, sentí un murmullo que no pude entender, una especie de arrullo y por fin el roce de sus labios sobre los míos.<br /><br />Extendió su dedo índice sobre mi boca, se levantó y caminó sobre las vías del tren hacia el infinito de la nada. Yo extendí mis manos hacia la figura que se desvanecía entre la bruma cálida y con lágrimas en los ojos y la garganta atorada me despedí de ella. Me llevé el brazo inferior hacia el pecho mientras desenredaba las algas de sus cabellos, y llevado por mis cuentos de hadas la besé. Y respiré en sus pulmones por si quisiera despertar. <br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-89653180203875940092012-03-25T05:14:00.001-07:002012-03-25T05:22:19.412-07:00Que nadie te arrebate los sueños.<br />Habrá quién diga que hay destino<br />Tal vez dios bajo alguno de sus mil nombres<br /><br />Habrá quien urda argumentos pragmáticos<br />Instándote a abandonar<br />No.<br />Di que no.<br />Los sueños es lo único que<br />Aún en la vejez<br />Nos diferencia<br /><br />Son el arma que tenemos contra los necios.<br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-52002574597244448902012-03-25T05:13:00.002-07:002012-03-25T05:22:19.413-07:00Un instante débil<br />basta para hundir la alegría<br />en ciénagas profundas.<br /><br />Sin barandillas<br />la luz se desborda<br />sobre el precipicio de la nostalgia<br />Sobre un caldo de ortigas laceradas<br />de sueños rotos<br />sobre un baúl de recuerdos<br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-17648280812144491172012-03-25T05:13:00.001-07:002012-03-25T05:22:19.415-07:00Suerte de un matador de caracoles.<br />Capataz de una cohorte de hierbas fugaces <br />Y en la niebla, vespertina nube<br />Tahúres mancos<br />Flautistas sin travesera<br />Espacio blanco<br />Ancho<br />Largo<br />Espeso, muy espeso.<br />Rugido de mar arbolado en una copa de cristal<br />Latido incombustible<br />Dictado de una memoria que no reconoce realidad.<br />Calabera.<br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-46263976108280360052012-03-25T05:12:00.002-07:002012-03-25T05:22:19.416-07:00Hasta aquella tarde nunca me di cuenta de lo atrás que estaban los recuerdos. <br />Con la constante carrera por seguir adelante había perdido, como la estela de una cometa, amarrada por un frágil y largísimo hilo, todos y cada uno de los capítulos de una vida. <br />Aprendí a no escucharme. Ha seguir el dictado de otros. Si retrocedía ahora, nadie comprendería. Me acusarían de cobarde egoísta, y tendrían razón. <br />No hacerse frente es como estar en el centro de una gigantesca pista de hielo con los pies descalzos<br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-28525565448867691522012-03-25T05:12:00.001-07:002012-03-25T05:22:19.418-07:00Cuando la realidad aturdeSergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-35721686689513433002012-03-25T05:11:00.000-07:002012-03-25T05:22:19.419-07:00Yo no soy poeta.<br />A tal vez sí, <br />y es por eso que me martirizo a cada instante<br /><br />Pienso en verso,<br />me escudo tras una abrupta sintaxis <br />camuflado entre arbustos inútiles.<br />Creo que algún día podré <br />hacer algo?<br />Correr tras la utopía soñada una noche de sortilegios <br />a la luz de una fogata insomne, <br />cálida y absurda en su soledad.<br />Un espejo sin cristal, <br />formas danzantes sobre brasas sin definir.<br />Ermitaños presagios <br />algún que otro exceso compartido.<br />Noches de un verano ya demasiado lejos en el tiempo.<br />Combatir con estas armas no es esperanzador, <br />tampoco aconsejable. <br />Es mejor dormitar cerca <br />de la lumbre artificial junto a tu cama. <br />Y acariciar la espalda de la pared de tu habitación. <br />Arañar <br />quizá <br />un poco de piel <br /> contra el gotelé tan viejo <br />como la cabellera que esconde mis ojos <br />mi propia imagen reflejada en el cristal de la ventana.<br />Chupar después la poca sangre que mana de esa herida <br />rasgar finalmente el papel en pedazos. <br />Abrir la ventana. <br />Lanzar los pedazos al vacío …<br />remolonean en otras ventanas, <br />parecen tentados a yacer en su alféizar, <br />caen finalmente, sobre los charcos de agua y aceite de carburador, <br />allá abajo.<br /><br />Así queda la utopía una vez más. <br />Sin forma sobre un charco<br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-55432836675709992052012-03-25T05:10:00.002-07:002012-03-25T05:22:19.421-07:00Con los pies sobre la tierraAlguien me dijo en una ocasión que hiciera un esfuerzo por mantener los pies sobre la tierra. Que la vida me iría bastante mejor si así lo hacía, y tal vez llegara a ser una persona digna.<br />Yo tenía once años. Él rondaría la cuarentena. No supe interpretar la extraña sonrisa que afloró en sus labios y me hundí en mi pupitre, avergonzado, tratando de no escuchar las risitas contenidas de mis compañeros.<br /><br /><br />La mañana era espléndida. El sol del estrenado otoño era lo bastante fuerte como para calentar los huesos y no tan intenso como para buscar una sombra. Me encontraba a gusto en el parque. Mucho más, desde luego, que en el jardín de mi retiro. <br />La ciudad había recuperado el ritmo perdido en el verano con el típico trasiego de vehículos, repartidores, mensacas, neoyupiies, escolares y adolescentes... En fin, con toda la fauna urbana a pleno rendimiento. <br />Me excitaba poder observar este proceso tan poco frecuente para mí.<br />Por primera vez en mucho tiempo estaba atento a lo que me rodeaba. Los pinos del parque emitían un arrullo aromático que me abría los pulmones, el borboteo de la fuente me daba una constante sensación de paz y el calor amable del sol relajaba los músculos de mi cara. Ni siquiera tenía ganas de fumar un cigarrillo. Mejor, pensé, así mañana tendré los de mi asignación y los que me sobren de hoy. <br />No sé cuánto tiempo pude gozar de aquella sensación. Unas horas. Unos minutos tal vez. <br />Un niño atravesó el parque a lomos de una bicicleta muy brillante y un poco grande para él. Varios metros por detrás, su abuelo, con la fatiga crispándole los nervios, instaba al nieto a detenerse porque se iba a caer y estropear la bicicleta, y encima le daría un cachete. Pensé entonces en qué sentido tenía eso. ¿De qué sirve una bici que no puede ser usada? Que yo sepa todos nos hemos caído de la bici, ¿No?<br />No me daba cuenta, pero aquello era el preludio de una tarde radicalmente opuesta a la que esperaba disfrutar en mi día de permiso. <br />Al poco tiempo, casi al instante, un anciano invadió mi campo visual. Los arapos con los que trataba de envolver su hechura desvelaban una miseria atroz. Revolvía en una papelera mientras recitaba una letanía incomprensible. Extrajo de entre la basura un trozo de pan envuelto en papel de plata, lo observó durante un instante, lo desenvolvió con satisfacción y, mientras lo guardaba en el desvencijado bolsillo, unas tiqui-tiqui nenitas atravesaron la escena. Sendos piercing adornaban los ombligos. Tenían cierto aire de lolitas modernas, una con trenzas y la otra con el pelo corto, acentuado por las braguitas de colores que asomaban con descaro por encima de la cintura del pantalón. “Esta noche toca Chocolate Feliz”, decía la de las trenzas, “iremos pronto, que quiero estar en primera fila. Has visto lo bueno que está el batería. A mí me gusta el guitarra”, respondió la otra mientras se alejaban entre risas alborotadas.<br />Decidí encender un pitillo, me entraron ganas de repente. Me levanté del asiento y caminé distraído. Mirando la gravilla del suelo casi tropiezo con una mujer que arrastraba un cochecito cargado con un chiquillo y unas dos mil bolsas de la compra embutidas en la bandeja inferior y colgando de la empuñadura del carrito. Gruñó algo que no entendí, aunque por la cara que tenía no debió ser agradable. <br />Tuve que hacer un gran esfuerzo para no evadirme. Hoy tenía que ser un día distinto y quería ver y sentir la realidad. Necesitaba colocarme a este lado de la realidad. Para eso me habían dado el permiso.<br /><br />Al final de la avenida se veía el chiringuito del parque. Me acerqué con la esperanza de encontrarlo abierto. <br />Por la calle lateral se oyó un estruendo maquinero. No ví el coche, escondido tras los álamos durante unos atronadores compases hasta que, finalmente, un acelerón anunció su alejamiento.<br />Efectivamente, el chiringuito estaba abierto. Me pone un café, por favor, le pedí a un culo vestido de negro que se encontraba encaramado a la vitrina de los helados. El camarero, enrojecido por el esfuerzo de aquella postura antinatural me sirvió sin dirigirme la palabra y volvió a trepar a la heladera. Saqué otro cigarrillo y lo prendí. Bebí un sorbo. No debería tomar café, me lo tienen prohibido. Me excita, dicen. <br /><br />La prensa parecía llamarme al otro lado de la barra. La cogí y leí los titulares: “Tres a uno en el derby madrileño. El concejal Manguan Matarife inculpado por una contrata ficticia. En Oriente Medio siguen las bombas. Dos menores declaran contra su padre acusado de malos tratos. El ibex35 a la baja. Doy la vuelta al periódico y una columna que opina sobre algunos vecinos de La Moraleja”. Paso la página y llego al horóscopo. Por fin algo que me interesa. Hace mucho que no leo la predicción de mi futuro. “Hoy es el día más propicio para comprarse esos zapatos que tanto le gustan. El amor llama a su puerta. En el trabajo todo normal. Cuidado con las amistades, no son lo que parecen”.<br />Doblé el periódico con cierta frustración y pedí a mi culo anfitrión otro café, esta vez con hielo y una rodajita de limón, por favor. El camarero me miró con extrañeza y temí que me reprendiera. No lo hizo, aprovechó la ocasión para encender la radio.<br />Mientras los tertulianos desgranaban los pormenores de una boda que debía de ser importante, a juzgar por la vehemencia de los argumentos esgrimidos, una figura vagamente familiar se acercaba por la avenida pedregosa. Venía distraído, leyendo un libro. Se colocó a pocos metros de mí y pidió un clarete con gas, bien fresquito.<br />“Fundamentos para una realidad espiritual”. Ese era el título del libro. <br />Le observé durante un rato y al cabo recordé quién era. Se trataba del capullo que me había puesto en ridículo delante de toda la clase porque estaba pintando una isla imaginaria con árboles en tinta azul, nubes azules y un pez espada que bailaba con una tortuga, también azules.<br />Apuré mi café mientras la radio anunciaba el cierre inminente de la minas de Santa Lucía. Dejé un billete sobre la mesa y esperé a que me diera las vueltas de la propina que me asignaron para disfrutar del permiso. Tal vez me llegue para ir al cine. A lo peor no me dejan ir, pensé, no se lo he preguntado a los cuidadores. <br /><br />Miré con una insistencia grosera a don Miguel, el bestiajo que disfrutaba ridiculizando a los que le rodeaban. Finalmente se dio por aludido. <br />Sabe una cosa, le dije antes de que preguntara nada, hoy he estado con los pies sobre la tierra, como usted dijo que debía hacer. Y no me gusta. Me vuelvo al sanatorio a pintar delfines y tortugas azules y aquí se quedan usted y su moralina bastarda. <br />Le escupí en los pies y observé su horrorizada cara. <br />Por supuesto él no me recordó. <br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-57105212434262132512012-03-25T05:10:00.001-07:002012-03-25T05:22:19.423-07:00Hoy me siento fuerte<br />lleno de coraje<br />con el pecho inflado de un valor desconocido<br /><br /><br />Revive lejana,<br />En la memoria<br />la antigua fotografía: <br />bajo una farola, <br />el paseo enmarmolado, <br />calado de praderillas artificiales; <br />El Beso, <br />lento, <br />bello, <br />auténtico<br />primerizo.<br /><br /><br />Después el tiempo:<br />tedio y fantasmal tránsito de una vida simple como ésta<br />que todo lo vuelve ridículamente sepia<br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5428995957152495599.post-18489694658344259992012-03-25T05:09:00.002-07:002012-03-25T05:22:19.424-07:00Pero hoy veo de nuevo una luz<br />Una farola<br />un paseo calado de imágenes;<br />percusiona resortes <br />hasta hoy desconocidos.<br />Camino de nuevo las calles.<br />Sergei Etterbeeckhttp://www.blogger.com/profile/15907572667712108389noreply@blogger.com0